Cuando el cóndor se enamoró




Un spot publicitario lanzado en agosto del 2012 por el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur) rescata y difunde la primera parte de un antiguo mito andino, con muchas variantes según la región, y que tiene como protagonistas a un cóndor y a una joven pastora.

La extensa historia narrada en regiones de la sierra peruana, de Ecuador y hasta Bolivia, también es conocida con diversos nombres como “La doncella y el cóndor”, “La amante del cóndor” (versión muy bella recopilada por José María Arguedas en Canciones y Cuentos del Pueblo Quechua), “El cóndor encantado”, entre otros.

Aquí esta ave, que por cierto está ligada a los apus o dioses protectores del ande, es la que irrumpe en el relato andino, algunas veces como un joven pretendiente forastero, otras como un visitante elegante que siempre enamora y rapta a la muchacha, hija única de una familia de ancianos.



El hecho es que, aunque el spot publicitario plantea un final feliz y claro existe un caso algo optimista que Historias Proscritas compartirá al final, la mayoría de versiones de este mito andino tiene un desenlace distinto, algo trágico para el cóndor pero con un mensaje moralizador en la tradición de la sierra.

Como cita el investigador César Itier en El hijo del Oso, el rapto de la joven está relacionado a la elección de la pareja en el ande, donde muchas veces al no obtener el consentimiento de los padres de la novia se produce este hecho.

Pero, ¿dónde aparece el concepto moralizador? es que entre los muchos temas que encierra este mito, como el paso a la madurez de la pastora por citar un ejemplo, se presenta la condena a los enlaces con personas que no son de la comunidad. De esta manera se pretende desalentar a los adolescentes de seguir a un forastero mostrándoles los inconvenientes de tales uniones. Las interpretaciones están abiertas.


Ahora, Itier sostiene que el relato se puede resumir en el siguiente modelo: “Una joven pastora es seducida y raptada por un cóndor, al que percibe como un joven. Convertida luego en su compañera, generalmente da a luz a un niño, el que fallece en circunstancias variables. Finalmente, la muchacha logra escapar de la cueva donde vivía con el cóndor, casi siempre con la ayuda de un animal pequeño – rana, sapo, picaflor u otro tipo de ave –, y retorna a casa de sus padres. El ‘yerno’ va a buscarla. En la mayoría de las versiones, se le hace sentar sobre una tinaja de agua hirviente, disimulada bajo una manta. El cóndor muere al caer en ella.”

Para no dejar un mal sabor en el final del relato, aquí compartimos esta versión cusqueña con un desenlace alternativo. ¡Espero que lo disfruten!

El mito del cóndor (*)

Se dice que en una comunidad, un hombre vivía con su hija. La hija pastaba las ovejas, llamas y otros animales. Cada día un joven vestido con elegancia iba a visitarla. Tenía un traje negro hermoso, chalina blanca, sombrero y todo. Cada día iba a visitar a la mujercita, y se hicieron buenos amigos. Jugaban a todo. Un día comenzaron a jugar de esta manera: “Álzame tú y yo te alzaré”. Bueno, comenzaron el juego, y el joven alzó a la mujercita. Recién cuando la había alzado en alto, la mujercita se dio cuenta de que estaba volando.


El joven puso a la mujercita dentro de un nicho en un barranco. Allí el joven se convirtió en cóndor. Por un mes, dos meses, el cóndor criaba a la mujercita. Le daba toda clase de carne: carne asada, carne cocida. Cuando habían estado unos años juntos, ella llegó a ser mujer. La jovencita dio a luz un niñito, pero lloraba día y noche por su padre, a quien había dejado en la comunidad. “¿Cómo puede estar solo mi padre? ¿Quién está cuidando a mi padre? ¿Quién está cuidando a mis ovejitas? Devuélveme al lugar de donde me trajiste. Devuélveme allá”, le suplicaba al cóndor. Pero él no le hacía caso.

Un día un picaflor apareció. La joven le dijo: “¡Ay, picaflorcito, mi picaflorcito! ¿Quién hay como tú? Tienes alas. Yo no tengo ninguna manera de bajar de aquí. Hace más de un año, un cóndor, convirtiéndose en joven, me trajo aquí. Ahora soy mujer. Y he dado a luz a su niñito”. El picaflor le contestó: “Escúchame joven. No llores. Te voy a ayudar. Hoy día iré a contarle a tu papá dónde estás, y tu papá vendrá a buscarte”. La joven le dijo: “Escúchame, picaflorcito. ¿Conoces mi casa, no? En mi casa hay hartas flores bellas, te aseguro que si tú me ayudas, toditas las flores que hay en mi casa serán para ti”.

Cuando dijo eso, el picaflor volvió contento al pueblo, y fue a decir al padre de ella: “He descubierto dónde está tu hija. Está en el nicho de un barranco. Es la mujer de un cóndor. Pero va a ser difícil bajarla. Tenemos que llevar un burro viejo”, dijo el picaflor, y contó su plan al viejo. Fueron, llevando un burro viejo. Dejaron el burro muerto en el suelo. Y mientras el cóndor estaba comiendo el burro, el picaflor y el viejo ayudaron a la jovencita a bajar del barranco. Después llevaron dos sapos: uno pequeño, otro grande, y dejaron los sapos en el nicho del barranco. Bajaron el viejo y su hija y fueron hacia el pueblo. El picaflor fue donde estaba el cóndor, y le contó: “Oye, cóndor. Tú no sabes que desgracia hay en tu casa”. “¿Qué ha pasado?” el cóndor le preguntó.

"Tu mujer y tu hijo se han convertido en sapos”. Bueno, el cóndor se fue volando a ver. Ni la joven, ni su hijo estaban dentro del nicho, solamente dos sapos. El cóndor se asustó, pero no pudo hacer nada; y el picaflorcito está todos los días entre las flores en la casa de la jovencita. Mientras ella, su hijo y su padre viven felices en la comunidad.

Recogido de Gloria Tamayo. Cuzco, Perú.

*Extraído de Cuentos Cusqueños de Johnny Payne, Cusco: Centro de Estudios Andinos ‘Bartolomé de las Casas’, 1984.

Investigación y texto: Diego Ayma Ayma @diegoathos 


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